Autoestima: cómo se forma

La autoestima es la percepción subjetiva que una persona tiene de su propio valor, capacidades y relevancia.

Influye en cómo tomamos decisiones, construimos relaciones y afrontamos dificultades. La formación de la autoestima es un proceso complejo y multinivel, en el que se entrelazan factores biológicos, psicológicos y sociales.

Imagina a un adolescente apasionado por la música, pero cuyos compañeros se burlaban de su afición. Con el tiempo, dejó de practicar lo que le daba alegría. Esto muestra claramente cómo la opinión de los demás puede moldear la percepción de nuestro propio valor.

Qué es la autoestima

Los psicólogos definen la autoestima como un sistema de representaciones sobre uno mismo que incluye componentes cognitivos (pensamientos), emocionales (sentimientos) y conductuales (acciones). Puede ser alta, baja o adecuada (realista), y esto repercute directamente en el bienestar psicológico.

En mi opinión, es fundamental recordar que la autoestima no es una etiqueta que se queda “pegada para siempre”. Es una cualidad dinámica que puede cambiar según las circunstancias, las experiencias y el entorno. Trabajar en ella requiere paciencia y práctica constante.

Cómo se forma la autoestima

1. El papel de la infancia

Los primeros “espejos” para un niño son sus padres y familiares cercanos. Si los padres expresan apoyo y aprobación, el niño crece con un sentimiento de valía. Pero la crítica constante o la indiferencia pueden llevar a una autoestima baja. Por ejemplo, un niño que es comparado continuamente con otros (“Mira cómo se esfuerza Juan”) suele empezar a considerarse inferior.

Pregunta: ¿Se puede “reparar” una autoestima baja si la infancia fue desfavorable? Respuesta: Sí, con el tiempo y a través de un trabajo consciente sobre uno mismo, un adulto puede cambiar sus creencias internas y aprender a valorarse.

2. El entorno social

Los años escolares y la adolescencia intensifican la influencia del entorno. Profesores, amigos y compañeros moldean la imagen del “yo”. Según investigaciones, los adolescentes con un entorno de apoyo muestran una autoestima más estable (PubMed).

3. Experiencia personal y logros

Los éxitos y los fracasos dejan huella. Cuando una persona alcanza metas (por ejemplo, consigue el trabajo deseado o termina sus estudios), esto refuerza su confianza. Por el contrario, una sucesión de fracasos sin apoyo puede minar la fe en sus capacidades.

¿Cómo reaccionas tú ante tus propios fracasos? Piensa en la última vez: ¿lo viste como una lección y una oportunidad de crecimiento o como una prueba de tu incapacidad?

4. Cultura y sociedad

Los valores de la sociedad en la que vivimos también influyen. En las culturas individualistas, el énfasis está en los logros personales y la autorrealización, mientras que en las colectivistas se valora la armonía con los demás y el reconocimiento del grupo. Esto explica por qué los estándares de “éxito” difieren de un país a otro.

5. Factores genéticos y biológicos

Las investigaciones modernas muestran que la resistencia al estrés, el nivel de ansiedad e incluso la tendencia al optimismo pueden tener bases hereditarias (NIH). Esto no significa que la autoestima esté predeterminada por los genes, pero la biología marca un trasfondo.

Autoestima alta y baja: cómo se manifiesta

Autoestima alta

  • Confianza en uno mismo sin necesidad de demostrar constantemente el propio valor.
  • Capacidad de aceptar críticas y errores sin sentir que es una catástrofe.
  • Límites saludables en las relaciones.

Por ejemplo, una persona con autoestima estable, al recibir una observación en el trabajo, lo interpreta como una oportunidad de mejorar y no como prueba de que “no vale nada”.

Autoestima baja

  • Dudas constantes sobre uno mismo.
  • Búsqueda de aprobación y miedo al rechazo.
  • Tendencia a compararse desfavorablemente con los demás.

Alguien en esta situación puede rechazar un ascenso pensando: “No voy a poder”, aunque no haya razones objetivas para ello (Mayo Clinic).

Por ejemplo, un empleado al que se le ofrece liderar un proyecto puede rechazarlo por miedo al fracaso. Al final, pierde una experiencia que podría haberle ayudado a crecer. Este es un ejemplo típico de cómo una autoestima baja limita las oportunidades.

Cómo mantener una autoestima saludable

1. Autoanálisis y reflexión

Llevar un diario o practicar la atención plena ayuda a observar los propios pensamientos y separar los hechos reales de la autocrítica.

2. Entorno de apoyo

Relacionarse con personas que respetan y valoran disminuye la ansiedad y refuerza la confianza. En cambio, un entorno tóxico erosiona la autoestima.

3. Metas realistas

Es importante plantearse objetivos alcanzables. Las pequeñas victorias acumuladas generan una sensación de competencia.

Estoy convencido de que incluso los pasos pequeños, si se dan con constancia, pueden llevar a grandes cambios. La autoestima saludable no se construye con logros grandiosos, sino con las pequeñas victorias de cada día.

4. Cuidado del cuerpo

La actividad física, el buen descanso y la alimentación adecuada influyen positivamente en el estado emocional y en el nivel de confianza.

Reflexiona: ¿qué tres acciones podrías hacer hoy mismo para apoyar a tu cuerpo y a tu mente? Podría ser un paseo al aire libre, acostarte temprano o llamar a alguien de confianza.

Conclusión

La autoestima se forma a partir de la interacción de factores internos y externos: familia, sociedad, experiencias personales y biología. No es algo fijo para siempre: la persona puede trabajar en fortalecerla y construir una relación más sana consigo misma. La conciencia, el apoyo y el respeto a los propios límites desempeñan un papel clave.

Este material tiene únicamente fines informativos y no sustituye la consulta con un especialista. Si presentas síntomas, acude a un psicólogo o a un médico.

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